El tener un gato es fuente de muchas alegrías, el tener un gato nos hace partícipes de una sociedad fundada desde hace mucho tiempo, cuando se estableció ese vínculo entre humanos y gatos. Uno de los herederos de ese vínculo es el gato de mi mamá. No tiene un nombre como “Micifuz” o “Rayas”, simplemente se llama “Gato”. Gato es un gato como cualquier otro en cuanto su aspecto físico: un macho color amarillo, no muy grande y con pelo corto. Pero su personalidad bonachona es lo que nos hace amarlo. Desde que era un gatito siempre le gustó que lo acariciaran y le gustaba restregarse contra la persona que estuviera junto a él. Tiene un ronroneo muy particular –no escandaloso, como el de otros gatos-, sino suave y profundo que provoca una sensación de bienestar. Gato es muy enamorado: desde que se convirtió en adulto ha salido muchas veces de la casa e incluso hasta se ha desaparecido por varios días, y regresa de sus correrías nocturnas con arañones y mordidas, en su afán de lucha con otros gatos para conquistar a una gatita. Gato tiene una admiradora: Polshka, una perrita propiedad de la vecina, quien le ladra afectuosamente cuando lo ve y cuando Gato pasa por esa casa, Polshka lo lame y le hace fiesta, a pesar de que Gato cruza indiferentemente por el patio. Gato entra y sale de la casa de mi Mamá a la hora que quiere, y no porque sepa abrir la puerta, sino que aprendió a subir al techo de la casa y buscar una rendija para entrar; así cuando quiere entrar, aunque no haya nadie para abrirle, da la vuelta a la casa, sube al techo, entra por el agujero, camina sobre el techo falso y baja por el refrigerador. Cuando quiere salir, simplemente realiza todo en el orden contrario. Gato es muy paciente con mi sobrino de cuatro años: cuando mi sobrino esta en casa, Gato se echa en la sala y el niño juega con él, poniéndole cosas de sombrero y platicándole. Gato soporta todo sin enojarse por que le pongan cosas en la cabeza y que jueguen con su cola y si se aburre o si las cosas se pasan de divertidas para mi sobrino, simplemente se va. Gato no es perfecto: uno de sus pocos defectos es la manía de querer marcar todo su territorio. Dentro de la casa, a vaces , lo vemos que se restriega contra un mueble, se da la vuelta y le echa un chorrito de orina encima. Mesas, sillas, camas, la lavadora y el refrigerador ya han sido marcados como propiedad de Gato, aunque afortunadamente, no los ha reclamado para si. Por el momento es todo sobre Gato; ya contaré mas adelante más de sus aventuras.
lunes, 17 de agosto de 2009
Nobleza gatuna
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