lunes, 17 de agosto de 2009

Nobleza gatuna





El tener un gato es fuente de muchas alegrías, el tener un gato nos hace partícipes de una sociedad fundada desde hace mucho tiempo, cuando se estableció ese vínculo entre humanos y gatos. Uno de los herederos de ese vínculo es el gato de mi mamá. No tiene un nombre como “Micifuz” o “Rayas”, simplemente se llama “Gato”. Gato es un gato como cualquier otro en cuanto su aspecto físico: un macho color amarillo, no muy grande y con pelo corto. Pero su personalidad bonachona es lo que nos hace amarlo. Desde que era un gatito siempre le gustó que lo acariciaran y le gustaba restregarse contra la persona que estuviera junto a él. Tiene un ronroneo muy particular –no escandaloso, como el de otros gatos-, sino suave y profundo que provoca una sensación de bienestar. Gato es muy enamorado: desde que se convirtió en adulto ha salido muchas veces de la casa e incluso hasta se ha desaparecido por varios días, y regresa de sus correrías nocturnas con arañones y mordidas, en su afán de lucha con otros gatos para conquistar a una gatita. Gato tiene una admiradora: Polshka, una perrita propiedad de la vecina, quien le ladra afectuosamente cuando lo ve y cuando Gato pasa por esa casa, Polshka lo lame y le hace fiesta, a pesar de que Gato cruza indiferentemente por el patio. Gato entra y sale de la casa de mi Mamá a la hora que quiere, y no porque sepa abrir la puerta, sino que aprendió a subir al techo de la casa y buscar una rendija para entrar; así cuando quiere entrar, aunque no haya nadie para abrirle, da la vuelta a la casa, sube al techo, entra por el agujero, camina sobre el techo falso y baja por el refrigerador. Cuando quiere salir, simplemente realiza todo en el orden contrario. Gato es muy paciente con mi sobrino de cuatro años: cuando mi sobrino esta en casa, Gato se echa en la sala y el niño juega con él, poniéndole cosas de sombrero y platicándole. Gato soporta todo sin enojarse por que le pongan cosas en la cabeza y que jueguen con su cola y si se aburre o si las cosas se pasan de divertidas para mi sobrino, simplemente se va. Gato no es perfecto: uno de sus pocos defectos es la manía de querer marcar todo su territorio. Dentro de la casa, a vaces , lo vemos que se restriega contra un mueble, se da la vuelta y le echa un chorrito de orina encima. Mesas, sillas, camas, la lavadora y el refrigerador ya han sido marcados como propiedad de Gato, aunque afortunadamente, no los ha reclamado para si. Por el momento es todo sobre Gato; ya contaré mas adelante más de sus aventuras.

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